Tuvo realmente mérito. A finales de los 70 y principios de los 80 jugadores como Joseba Gaztañaga hicieron suficientes equilibrios en sus vidas como para jugar al mismo tiempo a baloncesto a un nivel bastante profesional y al mismo tiempo estudiaron carreras universitarias tan exigentes como la de Medicina.
Nuestro protagonista de hoy tuvo menos suerte en las canastas que en las clínicas. Realmente prometía: fue internacional en categorías inferiores y fichado por el Real Madrid porque despuntaba en su Bilbao natal, pero acabó eligiendo el camino de la salud en su rama de Odontología. Ahora su tiempo pertenece sobre todo a Dentisalud, que está radicada en Móstoles. Desde allí saca un ratito para contarnos cosas entre extracción y empaste.
“Me llamaron para la selección juvenil con 16 años y el Real Madrid quiso ficharme. En principio en casa no estaban muy por la labor, pero cuando hicieron una segunda oferta, finalmente me dejaron con la condición de que tenía que seguir centrado en los estudios, así es que entre todos acabamos haciendo un esfuerzo y me vine a Madrid”, recuerda.
Gaztañaga estuvo en una selección mítica: la que fue plata en el Europeo de Roseto en 1978, tras vencer en semifinales a Yugoslavia, y solamente derrotada por la URSS. Allí estaban Epi, Iturriaga, ‘Joe’ Llorente, Fernando Arcega… Una nueva generación que se adueñaría del baloncesto español. Tan bueno fue el entendimiento entre ellos que volvieron a reunirse en el 2009. En cierto modo, Joseba fue un jugador adelantado a su tiempo, un alero alto (con 1,98 antes era así) que destacaba por su atleticismo.
“En el Real Madrid era demasiado difícil hacerse un hueco, así que seguí jugando en Villalba, Cajamadrid… Pero estaba claro que acabaría en el mundo de la medicina”, señala. De hecho, su única aparición oficial en la etapa ACB fue en la 84-85 en el equipo de Alcalá de Henares, donde completó 23 partidos y 5,7 puntos en 18 minutos de promedio.
Después de aquello se marchó a la República Dominicana con el objetivo de completar la especialidad de Odontología. Allí también jugó, pero siempre con la mirada más centrada en los estudios. Cuando regresó a Madrid ya tenía una nueva profesión íntegramente. “Fue una época muy romántica, muy diferente a la actual. Las canastas, la ropa … En el baloncesto teníamos un rollo muy universitario… Íbamos todos juntos, viajábamos con los libros… En fin, algo totalmente distinto a lo de ahora”, reflexiona.
El baloncesto se habrá modernizado, pero no lo ha perdido de vista. Es muy amigo de Iturriaga y juega de vez en cuando con los veteranos del Real Madrid, además de salir a correr para mantenerse en forma.